La publicación TALCA Cuestión de Educación, ofrece una mirada transversal a los procesos de enseñanza de la carrera de Arquitectura en Talca y nos presenta un imaginario completo de la producción de sus futuros arquitectos, cuyas influencias se encuentran arraigadas en el territorio y necesidades sociales propias de la región del Maule. José Luis Uribe* es editor de esta publicación, y podríamos decir además que representa el espíritu de la Escuela de Talca; José Luis vive en Talca, estudió en Talca y actualmente forma parte del equipo de docentes de Talca. Conversamos con él para adentrarnos un poco más en los métodos y procesos de una escuela que hoy está escribiendo un capítulo propio en la historia de la arquitectura chilena.
PA: De alguna manera la edición de esta publicación en México, bajo el alero de Arquine, representa un interés desde fuera de Chile por un modelo educativo cuya esencia radica en la localidad. En un Chile que en el tiempo se ha caracterizado de centralista, de qué manera se explica que la gestión de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Talca en tan poco tiempo haya suscitado tal interés en el extranjero?
JLU: Creo que hay una serie de condiciones que orientan una posible respuesta. La primera tiene que ver con el lujo de operar sobre el Valle Central de Chile, un territorio ubicado entre Santiago y Concepción donde hasta el año 1999 ninguna escuela de arquitectura había planteado su quehacer. Creo que lo anterior tiene que ver con esta idea de escuela excéntrica que plantea Juan Román[1] al referirse a la relación que esta pequeña escuela situada en una pequeña ciudad de un pequeño país, guarda con los centros.
Una segunda circunstancia tiene que ver con la condición local de nuestros estudiantes y la relación que tienen con su territorio, lo cual llevándolo a imágenes puede resumirse en los cubos de materia que forman parte del Taller de Arquitectura de Primer Año y que es parte del encargo inicial que recibe el alumno al ingresar a la escuela. Aquel enunciado de “Traer un cubo de 25 cm de arista. Confeccionado con materia de Talca”[2] permitía que de manera muy intuitiva el alumno pudiera construir una representación comprimida del territorio, el cual iba acompañado de un pequeño relato personal del cómo llegó a la forma. Esto podríamos relacionarlo con un texto que me orientó bastante durante mis años de estudio y es el“Dónde enseño arquitectura”[3], ya que al concluir su lectura es posible perfilar en una clara actitud, un anhelo que tanto alumnos y profesores tenían por lograr constituir una imagen de escuela local. La distancia de los años ha permitido precisar otras lecturas sobre ese texto, pero considero como la lectura más importante el hecho de que logró detonar una clara actitud de escuela entre los alumnos y profesores.
Otro punto a destacar es la lucidez que tiene Juan Román al momento de conformar un equipo que le ayuda a dar forma al proyecto de escuela y confiar en gente recién titulada. Un grupo de profesores jóvenes que recién egresados se incorporaron a la escuela y que de alguna manera se han ido formando ahí. De esa manera aparecen diversos intereses de los profesores que se pueden reconocer en sus talleres realizados y que van dando complejidad al proyecto de escuela y dando forma a una imagen de escuela en constante cambio. Para la Escuela de Talca es necesaria la diaria discusión, por lo mismo el equipo de profesores ha funcionado a partir de la diversidad de sus integrantes o se promueven instancias de conversación como por ejemplo la Semana de Criticas, que se realiza al término de cada bimestre.
Recuerdo que al momento de trabajar en la formulación del proyecto editorial del libro “Talca, Cuestión de Educación”, estuve escribiendo durante un mes encerrado en un pequeño departamento en Barcelona durante Julio de 2011. Esa lejanía era necesaria para darme cuenta de estos aspectos de la escuela que al estar en Talca no hubiese reconocido. Ahí me di cuenta que la narrativa del libro tenia que ver con aquella imagen difusa que se tiene sobre la escuela. Es así como el libro busca solamente dar cuenta de la construcción de un imaginario de escuela en constante cambio por sobre una imagen estática y eso se debe a la diversidad de procedencia e intereses de los profesores.
Creo que los aspectos mencionados anteriormente son los que han definido la búsqueda de un lenguaje arquitectónico propio que generó un interés en el extranjero, decantando en los reconocimientos internacionales de nuestros ex alumnos, como por ejemplo el Primer Premio obtenido por Susana Sepúlveda en el Archiprix Awards 2013 (Moscú), el Primer Premio obtenido por Cristian Allende en el Global Architectural Graduate Awards de la Architectural Review (Londres), la invitación que recibe la Escuela de Talca para montar aquel manto confeccionado a partir de bolsas de basura en la Documenta en Kassel el año 2012[4], la publicación del trabajo profesional realizado por alumnos egresados de la escuela en el monográfico de arquitectos Sub-30 realizado por la revista Casabella (Italia) o la buena disposición de los invitados a participar de las distintas versiones del Seminario del Territorio al Detalle cada año en Talca.
PA: La tríada materia-paisaje-territorio aparecen en la publicación como el abecedario bajo el cual se rigen los procesos educativos de los estudiantes en Talca hasta cumplir la etapa de titulación. ¿De qué manera se plasma esta narrativa en la formación de sus estudiantes y cómo marca un perfil del arquitecto de la Universidad de Talca?
JLU: Creo que hay una relación entre la estructura formativa que recibe el alumno en la Escuela de Talca y la estructura narrativa del libro, donde tal cual comentas materia – paisaje – territorio conducen la lectura. En ese sentido la lectura sigue una estructura aristotélica donde es posible ver el recorrido por el cual pasan los estudiantes y creo que de manera inconciente fue estructurando el libro, tal vez por mi condición de ex alumno. En ese sentido y volviendo a un lenguaje narrativo, se evitó ser como Godard y romper la línea temporal lógica de la narración del libro, sino que simplemente aproximar al lector a una línea vinculada al imaginario de escuela mas que a una imagen estática del quehacer de escuela.
Para una mejor comprensión de esta estructura narrativa- formativa es necesario referirse al Perfil de Egreso de la Escuela de Talca, el cual se estructura con base en tres dominios: el primero, Oficiar, que incluye competencias relacionadas con la tradición del oficio en la disciplina, atendiendo a lo que la ley exige y a lo que la sociedad espera de un arquitecto. El segundo, Operar, remite a las competencias necesarias para que el egresado pueda desenvolverse exitosamente en un medio adverso y competitivo. El tercero, Innovar, aborda los conocimientos para el desarrollo profesional en un medio caracterizado por el cambio constante. Sobre este último dominio recuerdo lo que comentaba Germán Valenzuela en una entrevista para la revista 30-60, donde se refiere a que “la palabra innovación es una palabra muy escurridiza. Sobre todo cuando la innovación aparece muy cercana a la generación de productos. Para nosotros en realidad la innovación tiene más que ver con la transformación en riqueza. Eso lo deja en un ámbito todavía ambiguo. Pero que es una ambigüedad necesaria”[5]
A lo anterior se suman tres hitos que hay destacar en la formación del alumno de la Escuela de Talca: El Taller de materia, Taller de Agosto y el Taller de Titulación. Es en el Taller de Materia, donde se desprende el ejercicio del cubo de 25 cm de arista que mencionaba anteriormente. Juan Román se ha ocupado estos años de formular aquel taller que orienta los primeros pasos de los alumnos al ingresar a la escuela. Por otro lado, el Taller de Agosto, corresponde a un taller que se dicta desde 2004 hasta 2009 y en el cual participa la totalidad de los alumnos de la escuela acompañados por alumnos de escuelas de arquitectura de otros países, construyendo cada año al menos una plaza en algún lugar del Valle Central de Chile. Es un taller muy intenso, que dura aproximadamente cuatro semanas y cuya discusión busca renovar los lenguajes de la escuela. Todo esto decanta en el Taller de Titulación que corresponde a la definición e implementación del proceso de titulación como una Obra Construida, cosa que, desde 2004, permite verificar que las competencias respectivas estén debidamente instaladas en el estudiante a través de los componentes de Investigación, Gestión, Proyectación, Construcción y Difusión que componen el proceso. Es así como el estudiante debe ser capaz de lidiar con el difícil medio laboral en el que se inserta. Para ello debe ser capaz de innovar en la búsqueda de oportunidades, en ámbitos distintos a aquellos en los que tradicionalmente se ha desempeñado el arquitecto.
Finalmente es necesario considerar el Valle Central de Chile, valle de carácter rural con base agrícola, territorio donde se inserta el quehacer de escuela y de donde proviene gran parte de nuestros alumnos, quienes no tienen mucho espacio donde operar sino que cuentan con su propia proactividad. Lo anterior genera que la Escuela de Talca formule una educación basada más en lo material que en lo espacial, atendiendo a las particulares características de los estudiantes. También creo importante destacar que el total de las obras que han sido concebidas, gestionadas, diseñadas, construidas y difundidas durante todos estos años son el resultado de un trabajo desarrollado por alumnos, profesores[6] y ex alumnos, el cuál esta basado en una práctica académica que promueve la innovación y creatividad como líneas centrales de trabajo.
PA: En el 2013 se publicó la última edición del libro “Blanca Montaña”, un compendio de la mejor arquitectura chilena en los últimos años. En la revisión de esta publicación, se visualiza con claridad la alianza arquitectura-paisaje que a fines de los 90 funcionó a la perfección para poner a Chile en el mapa de la arquitectura de alto nivel en el mundo. Arquitectura y paisaje también están presentes en cada una de las obras que los estudiantes de la Escuela de Talca presentan al término de su carrera. ¿Cuáles son las divergencias y convergencias de esta producción académica con la arquitectura “institucionalizada” por Blanca Montaña?
JLU: Creo que ante todo no hay que perder de foco que somos una escuela de arquitectura y lo que nos preocupa es la formación de futuros arquitectos que no tienen la opción de estudiar en Santiago o en Concepción y que puedan desarrollar una practica disciplinar de muy buena calidad en la zona. No somos una oficina de arquitectura. El hecho de que términos como arquitectura, materia y paisaje aparezcan como constantes en las obras de nuestros alumnos, tiene que ver con la búsqueda de una particular manera de enseñar arquitectura, tomando en cuenta el contexto cultural y la geografía humana sobre el cual se emplaza la escuela. Al momento en que se formó la Escuela de Talca existían aproximadamente 35 escuelas de arquitectura en Chile, por lo que formular la manera de Talca implicaba asumir muchos riesgos, lo que con los años de ha ido graficando en la invitación a profesores como Pancho Sazo, Gregory Cohen o Sebastian Preece cuyas miradas que venían de otras disciplinas aportaban a la formulación de nuevos procesos creativos y que podían decantar en el Taller de Agosto el Taller de Titulación por ejemplo. Lo mismo sucede al momento de formular la visita de extranjeros como Manuel Cuadra, Ed van Hinte o Francesco Careri. La incorporación de estas miradas en la formación de nuestros alumnos fue gatillando lo que llamo Actitudes de Escuela, correspondiente a esa amplitud en la mirada reconocible en gran parte de los alumnos egresados de la Escuela de Talca.
Uno de los valores de “Blanca Montaña, Arquitectura reciente en Chile” es su condición de atlas de arquitectura, en cuya cartografía logra reconocer una etapa muy bonita en la arquitectura chilena, iniciada con el pabellón chileno en la Exposición Universal de Sevilla el año 1992 proyectado por José Cruz y Germán del Sol, donde se sugiere una arquitectura como representación cultural de un país que venia en un proceso de cambio tras la dictadura, que buscaba alejarse del postmodernismo y que asomaba un repunte económico. Aquella etapa finaliza aproximadamente quince años después con el montaje “I Was There: Chilean Souvenir” curado por la oficina Pezo von Ellrichshausen para la Bienal de Venecia del año 2008. Es ahí donde se cierra un capitulo en que se reconoce la producción arquitectónica de una generación de notables arquitectos lo que decanta en una arquitectura de autor con obras de primer nivel proyectadas tanto en Chile como en el extranjero, lo que les ha valido el reconocimiento en distintas bienales, así como también en la publicación de diversas monografías. Otro de los valores de “Blanca Montaña, Arquitectura reciente en Chile”, aparece entre líneas y tiene que ver con la condición de atlas que logra cartografiar parte de la economía nacional, ya que un numero no menor de las obras que se describen corresponden a encargos privados de segundas viviendas, permitiendo deducir donde esta distribuida esa riqueza en el país. Se suma la variedad de paisajes y climas que condicionan formalmente las obras y que tiene que ver con la condición de lejanía del país.
Como comentaba al inicio, somos una escuela de arquitectura y formular nuevas maneras de enseñanza implica riesgos. Dentro de este riesgo que asume la manera de Talca, recuerdo cuando se plantea el Taller de Agosto en Gonzáles Bastías y posteriormente en Corinto, pequeños poblados vinculados al Ramal Talca – Constitución. Ese taller nos marcó fuertemente por el hecho de salir del campus universitario y diseñar, gestionar y construir una obra en algún lugar perdido en el territorio. En aquel taller como alumnos estábamos más preocupados de insertarnos en el paisaje, pero tratando de ir mas allá y la distancia de los años, creo que el hecho de haber participado de ese taller y que la escuela haya dado una continuidad al Taller de Agosto, fue importante ya que nos permitió generar un vínculo con la comunidad, desarrollar la gestión como herramienta de proyecto y asumir el problema que significa proyectar en un lugar público, ya sea una pequeña plaza perdida, un esperadero o un mirador. Ya lo comenta Germán Valenzuela, quien reconoce que “En las primeras intervenciones del 2004 no teníamos tanta conciencia de palabras como “participación”. …Partimos en realidad del desconocimiento, de cómo podía resultar salir a la calle con los estudiantes. Y elegimos una escena que tiene más que ver con el territorio, el encuentro de los ríos por ejemplo…. Y eso abrió desde el 2004 en adelante todo un tema de discusión y un desarrollo intelectual interesante”[7] . Creo que esa discusión que se llevaba a nivel de profesores, en la generación de alumnos que participó del taller también se estaba desarrollando, pero giraba en torno a la construcción de una mirada y eso en aquella época no era menor. Gran parte de ese ambiente y discusión que se fue gestando en aquellos años Juan Román lo fue relatando en una serie de textos recopilados en el libro “Talca Inédito”[8], que también acaba de publicarse. Por lo tanto, creo que más que referirse a la producción arquitectónica que surge de nuestra escuela, seria bueno referirse a la amplitud en la mirada de los alumnos egresados y sus actitudes de escuela.
PA: Es interesante para nuestros lectores, conocer cuáles son los procesos a los que te debiste enfrentar para la realización de este proyecto editorial. ¿De dónde surge la idea, y cómo logró finalmente materializarse?
JLU: Hay varios antecedentes que confluyen en la idea de “Talca, Cuestión de Educación” como proyecto editorial. La idea de recopilar en un libro monográfico con la práctica académica de la Escuela de Talca venia sonando hace un tiempo dentro del cuerpo de profesores de la escuela. Personalmente no tenia mucho interés en hacerlo ya que no lograba encontrar el tono y la narrativa que permitiera dar forma a un libro único o que no se pareciera a algo que ya se ha realizado antes. El año 2011, volviendo de mi estadía en Barcelona por estudios de postgrado, me topé con el video de la conferencia “Talca, Cuestión de Educación” que Juan Román venia de dictar en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Sevilla, España [9]. La conferencia graficaba de manera clara la forma en que se fueron gestando los talleres o las preguntas que los talleres propios de la Escuela de Talca trataban de abordar. Ahí aparece un relato continuo e intimo que me permitió elaborar un primer borrador de lo que, en ese momento, pensé que podría dar forma a una exposición internacional itinerante, idea que se había iniciado durante una conversación fuera del edificio del Colegio de Arquitectos de Catalunya el año 2005 época en que Andrés Maragaño y Juan Román desarrollaban sus correspondientes postgrados. Años después y siguiendo en Barcelona, conozco a Andrea Griborio, arquitecta venezolana quien en aquella época venia desplegando un fuerte trabajo de difusión de arquitectura latinoamericana organizando congresos, concursos, colaborando en proyectos editoriales, quien se había aproximado al trabajo académico de la Escuela de Talca. Posteriormente Andrea se radica en México DF como directora de proyectos creativos en la Revista Arquine y en conversación de bares se fue discutiendo una primera idea de llevar adelante un proyecto editorial en torno al trabajo académico de Talca.
Con Arquine hay una relación personal bien fuerte. Recuerdo que era una de las primeras revistas de arquitectura que vi en la biblioteca de la Universidad allá por 1999 y con las cuales me formé en aspectos de lectura critica. Nunca supe como llegaron esos ejemplares a Talca, pero me llamaba la atención porque lograba reconocer una escena latinoamericana de arquitectura bastante fresca. Coincide que al momento de hacerme cargo de la “Extensión e Intensión” (Así con “s” según Juan Román [10]) de la Escuela de Talca, la primera publicación de importancia que se logró llevar adelante es en la revista Arquine Nº 45, en un numero dedicado a la Arquitectura Efímera. Ellos fueron quienes tuvieron confianza al trabajo académico que se estaba desarrollando en Talca y lo reconocían en un ámbito internacional.
A mediados del año 2011 y durante los meses de paro en las universidades debido a la causa estudiantil, viajo por 4 semanas a Barcelona a componer un primer boceto del libro. Coincido con Andrea Griborio y Miquel Adriá, de quien venia siguiendo su perspectiva del actual panorama de arquitectura contemporánea en Latinoamérica a partir de sus publicaciones y curatorias. Además coincide que Adriá había coincidido con Juan Román en el summit del Congreso Internacional de Arquitectura en Querétaro 2010 y manifestó su interés por apoyar un proyecto editorial de la Escuela de Talca. Es una época que recuerdo con cariño ya que es en las ramblas donde se conforman las primeras ideas para concretar el proyecto editorial. Hay que considerar que a la hora de dar forma al proyecto editorial, seguí trabajando con las premisas que dan forma al Taller de Titulación de la Escuela de Talca: Diseñar, gestionar, construir y difundir una pequeña obra de interés público. Es así como se presenta en el Fondart convocado por el Consejo de la Cultura de la Artes de Chile el año 2011, obteniendo el fondo para editar el libro en la línea Mercado para las Artes.
Durante los dos años de desarrollo del proyecto y tratando de encontrar algunas claridades, comencé a revisar distintos procesos creativos, como por ejemplo los diseños de objetos de Takeshi Kitano, relatos de Brian Wilson componiendo el “Pet Sounds” de los Beach Boys o el arte en el cine de Wes Anderson entre otros y que de algún modo fueron confluyendo en mi manera de llevar adelante la edición del libro. Creo que un elemento importante a la hora de comenzar a estructurar la publicación, fue mi acercamiento al trabajo del fotógrafo talquino Héctor Labarca Rocco, quien además de tener un conocimiento del imaginario cultural maulino todos estos años había sido testigo de la evolución del trabajo de escuela, lo que decantó en sesiones interminables revisando sus registros fotográficos. La figura de Labarca en el libro es muy importante ya que en gran parte de sus imágenes estaba presente el valor estético en la cultura maulina que posteriormente permitió a Andrea Griborio (en su condición de editora invitada) y al equipo editorial de Arquine concretar la idea del libro como objeto y su estructura narrativa que permitiera compartir un pedazo de vida de escuela.
Finalmente creo que el libro da cuenta de un imaginario de escuela por sobre una imagen de escuela. Eso tiene que ver con el “Estudiar Arquitectura en Talca”, frase o constante pregunta que me acompañó en mi formación como arquitecto desde los primeros días de escuela y que durante estos quince años ha conducido al cuerpo de profesores durante el día a día en su quehacer académico, indagando en nuevas practicas académicas que permitan la formulación de distintos lenguajes arquitectónicos desde el Valle Central de Chile.
*José Luis Uribe Ortiz (Talca, Chile 1979) Arquitecto por la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Talca, Chile (2007). Master en Teoría y Practica del Proyecto de Arquitectura por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona (UPC, España 2010), financiado por la Beca Chile Conicyt. Desde el año 2008 le ha correspondido dirigir el proceso de internacionalización de la práctica académica de la Escuela de Talca, lo que le ha permitido desarrollar un trabajo editorial publicando artículos en distintas publicaciones especializadas, además de dictar conferencias en Chile, México, Uruguay, Ecuador, España, Brasil y Portugal. Ha obtenido el Fondart Regional (2008 y 2010) y el Fondart Nacional (2012). Fue invitado como editor para el número monográfico de arquitectura chilena de la revista Zona de Proyecto (Argentina, 2012) denominado “Chile según Chile”. El año 2013 publica el libro “Talca, Cuestión de Educación” (Editorial Arquine). Actualmente es profesor de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Talca y ha sido invitado como editor del numero monográfico de arquitectura chilena para la Zepellin Magazine (Rumania) denominado “Chile: A new generation”.
[1]Griborio, Andrea. “Una conversación con Juan Román” en Revista Zona de Proyecto Nº 19. Ediciones ARQ. Buenos Aires. Argentina. 2012.
[2]Román Pérez, Juan. “Taller de materia” en Talca, Cuestión de Educación. Editorial Arquine. DF. México. 2013.
[3] Román Pérez, Juan. “Donde enseño arquitectura” en Revista ARQ Nº 61. Ediciones ARQ. Santiago de Chile. 2006.
[4] http://www.plataformaarquitectura.cl/2012/12/06/milltuten-blanca-zuniga-juan-roman-y-german-valenzuela/
[5] Moisset, Inés. “Entrevista a Germán Valenzuela”. Revista 30-60 Nº 22. Córdoba. Argentina. 2010.
[6] Actualmente es staff de profesores de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Talca esta compuesta por los arquitectos Eduardo Aguirre León, Diego Espinoza Fischer, Kenneth Gleiser Avendaño, David Guerrero Valenzuela, Andrés Maragaño Leveque, Fernando Montoya Giordano, Pablo Retamal Riquelme Juan Román Pérez, Susana Sepúlveda General, José Luis Uribe Ortiz, Germán Valenzuela Buccolini y Blanca Zúñiga Alegría.
[7] Op. Cit.
[8] Valenzuela, Germán. “Talca: Inédito”. Pequeño Dios Editores. Santiago de Chile.2014.
[9] Román Pérez, Juan. “Talca, cuestión de educación” en Ciclo de conferencias NOON. Sevilla. España. 2011.
[10] Años después, Román me aclararía que aquella invitación tenia que ver con la extensión e “intensión”, escrito con “s”, aunque no exista, en el sentido que si la extensión lleva lo de adentro hacia afuera, la “intensión" trae lo de afuera hacia adentro.